New Year´s celebrations

new year

Civilizations around the world have been celebrating the start of each new year for at least four millennia. Today, most New Year’s festivities begin on December 31 (New Year’s Eve), the last day of the Gregorian calendar, and continue into the early hours of January 1 (New Year’s Day). Common traditions include attending parties, eating special New Year’s foods, making resolutions for the new year and watching fireworks displays.

Early New Year’s Celebrations

The earliest recorded festivities in honor of a new year’s arrival date back some 4,000 years to ancient Babylon. For the Babylonians, the first new moon following the vernal equinox—the day in late March with an equal amount of sunlight and darkness—heralded the start of a new year. They marked the occasion with a massive religious festival called Akitu (derived from the Sumerian word for barley, which was cut in the spring) that involved a different ritual on each of its 11 days. In addition to the new year, Atiku celebrated the mythical victory of the Babylonian sky god Marduk over the evil sea goddess Tiamat and served an important political purpose: It was during this time that a new king was crowned or that the current ruler’s divine mandate was symbolically renewed.

 

Throughout antiquity, civilizations around the world developed increasingly sophisticated calendars, typically pinning the first day of the year to an agricultural or astronomical event. In Egypt, for instance, the year began with the annual flooding of the Nile, which coincided with the rising of the star Sirius. The first day of the Chinese new year, meanwhile, occurred with the second new moon after the winter solstice.

January 1 Becomes New Year’s Day

The early Roman calendar consisted of 10 months and 304 days, with each new year beginning at the vernal equinox; according to tradition, it was created by Romulus, the founder of Rome, in the eighth century B.C. A later king, Numa Pompilius, is credited with adding the months of Januarius and Februarius. Over the centuries, the calendar fell out of sync with the sun, and in 46 B.C. the emperor Julius Caesar decided to solve the problem by consulting with the most prominent astronomers and mathematicians of his time. He introduced the Julian calendar, which closely resembles the more modern Gregorian calendar that most countries around the world use today. As part of his reform, Caesar instituted January 1 as the first day of the year, partly to honor the month’s namesake: Janus, the Roman god of beginnings, whose two faces allowed him to look back into the past and forward into the future. Romans celebrated by offering sacrifices to Janus, exchanging gifts with one another, decorating their homes with laurel branches and attending raucous parties. In medieval Europe, Christian leaders temporarily replaced January 1 as the first of the year with days carrying more religious significance, such as December 25 (the anniversary of Jesus’ birth) and March 25 (the Feast of the Annunciation); Pope Gregory XIII reestablished January 1 as New Year’s Day in 1582.

New Year’s Traditions

In many countries, New Year’s celebrations begin on the evening of December 31—New Year’s Eve—and continue into the early hours of January 1. Revelers often enjoy meals and snacks thought to bestow good luck for the coming year. In Spain and several other Spanish-speaking countries, people bolt down a dozen grapes-symbolizing their hopes for the months ahead-right before midnight. In many parts of the world, traditional New Year’s dishes feature legumes, which are thought to resemble coins and herald future financial success; examples include lentils in Italy and black-eyed peas in the southern United States. Because pigs represent progress and prosperity in some cultures, pork appears on the New Year’s Eve table in Cuba, Austria, Hungary, Portugal and other countries. Ring-shaped cakes and pastries, a sign that the year has come full circle, round out the feast in the Netherlands, Mexico, Greece and elsewhere. In Sweden and Norway, meanwhile, rice pudding with an almond hidden inside is served on New Year’s Eve; it is said that whoever finds the nut can expect 12 months of good fortune.

Other customs that are common worldwide include watching fireworks and singing songs to welcome the new year, including the ever-popular «Auld Lang Syne» in many English-speaking countries. The practice of making resolutions for the new year is thought to have first caught on among the ancient Babylonians, who made promises in order to earn the favor of the gods and start the year off on the right foot. (They would reportedly vow to pay off debts and return borrowed farm equipment.)

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El personaje del loco en el espectáculo medieval y en las cortes principescas del renacimiento

bufónLa Edad Media se espejea en el juego del contraste. Lo sagrado y lo profano se muestran a la par, como anverso y reverso de una moneda. Y lo serio no deja de proclamarse a risotadas: “ridentem dicere uerum” proclamaba Horacio (Sátiras, I, 1, 24) y sus ecos resuenan por todo el Medioevo, a pesar de la demonización a que sometió la risa la facción agelasta del catolicismo imperante. Cómico y trágico, religioso y laico, llanto y risa a menudo son inseparables en el imaginario medieval porque se ha experimentado una clara ruptura con la teoría clásica de los estilos. Esto supone la invasión del estilo humilde, vinculado a la comedia, en la zona más sublime del pensamiento. Y es que la tradición retórica cristiana estimula la mixtura jocosidad-seriedad como eficaz procedimiento para la instrucción doctrinal2.

También la cordura se presenta con su complementario natural: la locura, la segunda naturaleza humana, como defendían los prelados franceses en protesta ante la condena pronunciada por la Universidad de París en 1445 contra la inveterada Fiesta de los Locos (Festum Stultorum) que amenizaba los templos por Año Nuevo: “Nuestros eminentes ancestros han permitido esta fiesta. ¿Por qué se nos ha de prohibir ahora? Las tinajas de vino revientan si no las aireamos de vez en cuando purgando sus oberturas. Nosotros somos viejas barricas que el vino de la sabiduría haría estallar si lo conservásemos en exclusiva al servicio de Dios. Por ello, durante algunos días al año, lo ventilamos abandonándonos a juegos y locuras, y así después regresamos con más entusiasmo a nuestros estudios y a la observancia de la santa religión”3.

Una actitud que en el fondo se apoyaba en la predicación de Saulo de Tarso: “si alguno entre vosotros se cree sabio según la sabiduría de este mundo, hágase loco, para que llegue a ser sabio. Puesto que la sabiduría de este mundo es locura ante Dios”4. Una locura institucionalizada que recubría un cierto tipo de santidad, donde la expresión de la piedad consistía en mostrarse públicamente como bufones siguiendo el ideal paulino de devenir “locos a causa de Cristo” (Horowitz-Menache 1994: 45-48), “porque la locura de Dios es más sabia que los hombres, y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres”5

(lea el ensayo completo en http://babel.revues.org  )

VIRGINIA WOOLF: LA MUJER ANTE EL ESPEJO

 

Idioma original: inglés
Título original: The Lady in the Looking-Glass
Año de publicación:1944 / 2011
Valoración: Muy recomendable

Aclaremos, para empezar, que este no es un libro de Virginia Woolf, en el sentido de que nunca, hasta 2011, se había publicado con este formato y este conjunto de textos. The Lady in the Looking-Glass es el título de uno de esos Penguin Mini-Classics que, por un precio muy simpático, ofrecen pequeñas obras de algunos de los autores más reconocibles de la colección Penguin. En este caso, se agrupan en este volumen cinco relatos originalmente publicados entre 1921 y 1941, o sea, en plena madurez creativa de la escritora.

Y en conjunto, los relatos dan una buena idea de la obra de la maestra de Bloomsbury: humor, poesía, estilo, técnica. «La mujer ante el espejo», el relato que da título a este librito (y que podéis leer entero aquí), es casi un juego de perspectiva e imaginación: la recreación por parte del narrador de la interioridad de la mujer del título a partir de la pura exterioridad captada por el ojo, la imagen reflejada en el espejo. Algo parecido sucede en «La marca en la pared», con resultados semejantes. «Lapin y Lapinova» y «Objetos sólidos» son relatos más poéticos, centrados en las excentricidades -nunca criticadas, aunque tampoco ensalzadas por la autora- de sus protagonistas.

«Una sociedad» es el texto más decididamente humorístico, crítico e interventivo del conjunto. La premisa lo dice todo: un grupo de mujeres que descubre de pronto que los hombres no siempre son seres geniales o generosos, decide no traer más niños al mundo hasta no averiguar si el mundo merece realmente la pena. Y ahí se lanzan las mujeres, a investigar lo más alto y lo más bajo de la sociedad, la cultura y las ciencias, la historia y la literatura, lo que da la oportunidad a Virginia Woolf de satirizar buena parte de las instituciones y convenciones sociales británicas. El relato termina, al menos, con una esperanza: las futuras generaciones de mujeres, más cultas, más libres, más independientes.

No son estos relatos muy probablemente la obra maestra de Virginia Woolf; Orlando,La señora Dalloway, Las olas… son por derecho propio clásicos de la literatura contemporánea universal; pero quien se acerque a este volumen sin haber leído nada más de su autora, probablemente quedará satisfecho, y muy probablemente querrá leer más. Así que, señores de Penguin: misión cumplida.

 
(fuente: http://unlibroaldia.blogspot.com.ar/2012/08/virginia-woolf-la-mujer-ante-el-espejo.html)

Clas Zilliacus habló de la obra de Samuel Beckett

DSC00507(El Dr. Lucas Margarit en la presentación del Prof. Clas Zilliacus)

El Prof. Clas Zilliacus de la Åbo Akademi University de Finlandia  estuvo a cargo de una de las conferencias del V CONGRESO INTERNACIO NAL DE LETRAS, Transformaciones culturales. Debates de la teoría, la crítica y la lingüística, que se llevó a cabo el 30 de noviembre de 2012. En “La forma   del tiempo en Los días felices de Samuel Beckett”, Zilliacus analizó la pieza del dramaturgo irlandés y señaló que, en cuanto al aspecto físico, esta obra “resume de manera burlona las dos anteriores: combina la infinitud de Godot con el confinamiento de Fin departida”. Pasó luego a evaluar el valor dramático tanto de los recursos escénicos -que apelarían a un “realismo fracasado”-, como de los objetos con los que interactúa Winnie y que ayudan a construir una idea desgaste temporal progresivo. El texto integral de la conferencia del Prof. Clas Zilliacus será incluida proximamente en la revista Beckettiana, de la Cátedra de Literatura inglesa de la UBA.

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