Heathcote Williams

por Matías Carnevale

heathcote-williams-rexVirtualmente desconocido en el ámbito hispanoparlante, Heathcote Williams es un sobreviviente de los sesenta, un Ferlinghetti inglés sin librería ni (en apariencia) un grupo de seguidores o amigos que divulguen su poesía más allá de los confines de las islas británicas. Nacido en Helsby en 1941, asistió a Eton, uno de los colegios más exclusivos del sistema educativo inglés, sólo para rebelarse y crecer como un polifacético polemista: dramaturgo, poeta, escritor de canciones, anarquista antimonárquico. Entre sus obras encontramos Whale Nation (1988), Sacred Elephant (1989), Autogeddon (1991), su trilogía del medioambiente, y Royal Babylon (2012), que expone “los antecedentes criminales de la realeza británica”.

Educado y divertido, Williams respondió por escrito a algunas preguntas que tienen la intención de echar un poco de luz sobre el contexto de su poema Autogedón, recientemente publicado en Argentina por la editorial El Pasquín.

  1. ¿Cómo diste con la idea de un autogedón?

Estaba leyendo algo sobre George III, quien creía que la minería de carbón iba a incendiar a Inglaterra por completo. Tuvo esta pesadilla apocalíptica sobre el asunto en el siglo XVIII, y plantó una semilla. Comencé a pensar sobre la cantidad enorme de autopistas que invaden el paisaje, cavadas en —para citar a Blake (“Jerusalén”)— “la verde y apacible tierra” inglesa, en el mismo sentido, con los efectos secundarios de contaminación y muerte. Continuar leyendo «Heathcote Williams»

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Dos orillas: la alteridad en Defoe, Darwin y Stapledon

Dos orillas: la alteridad en Defoe, Darwin y Stapledon[1]
de Alejandra Suyai Romano

“Pero, ¿dónde está el Otro, afuera o adentro?
Hay un filósofo francés llamado Jean-Luc Nancy, que hace unos años sufrió una enfermedad cardíaca degenerativa que sólo podía resolverse con un trasplante de corazón. El trasplante lo salvó y obviamente cambió su vida e impactó de lleno en su filosofía. Al poco tiempo lo convocaron a disertar en  un congreso en Europa sobre la cuestión del extranjero. Y Nancy decidió, allí, narrar la experiencia de su trasplante. No fue casual. Su propio corazón lo estaba matando, pero fue el corazón anónimo de un Otro el que lo salvó.
Lo propio lo estaba destruyendo, lo extraño le dio vida. Qué paradoja. Nancy decidió titular a la disertación con «El intruso». ¿Cuál corazón era el intruso, el ajeno o el propio?
¿No somos todos mixtos? ¿No somos todos Otros?”
(Darío Sztajnszrajber en el capítulo “El Otro”, del programa de TV Mentira la verdad, 2011)
cabezas
Bond of Union, M.C. Escher (1956)

Tanto en la novela Robinson Crusoe, de Daniel Defoe,  y la crónica de viaje Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo, de Charles Darwin,  como en  Hacedor de estrellas, de Olaf Stapledon, se construye la mirada en torno a la alteridad de dos formas radicalmente opuestas: en la primera (contemplando los dos primeros textos mencionados), se concibe al otro en términos de una sumisión y una hegemonía imperialista que abarca y domina a la totalidad, mientras que en la segunda (tercer texto mencionado) se concibe a la otredad en términos de equidad e igualdad: éste es el plano correspondiente al reconocimiento, la comprensión y la aceptación de la diferencia que el Otro posee de manera inherente a sí mismo.

Para que los tres textos dialoguen y discutan entre sí, en primera instancia es preciso y necesario enmarcarlos dentro de un panorama mundial y mencionar el contexto sociopolítico en el que se difunden y se distribuyen tanto Robinson Crusoe, publicado en 1719, como Diario de viaje de un naturalista alrededor del mundo, publicado en 1832. Inglaterra se encuentra, durante los siglos XVIII y XIX, atravesada por el capitalismo naciente y el expansionismo territorialista del Imperio. Este fenómeno, en principio europeo, se volverá luego planetario, aunque mantendrá para sí las distintas posiciones de poder entre el centro y las zonas periféricas coloniales. Estas relaciones asimétricas también están marcadas por las ideas de civilización, progreso, y lógica de la mercancía, las cuales contrastan con las ideas de las colonias, espacios de dominación que son catalogados como bárbaros, salvajes, e incivilizados. La mencionada colonialidad del poder es el eje que organizó y organiza no sólo a la centralidad jerárquica sino también a la periferia en tanto naturaleza. Aquí, el imaginario que se construye del Otro se basa en lo pagano y lo subdesarrollado; se lo configura tan sólo como un lugar pasivo y subalterno. Es también debido a la necesidad de estar a la vanguardia de los descubrimientos que se producen las carreras científicas, políticas y económicas para la consolidación hegemónica y geopolítica del territorio descubierto. El discurso científico es aquí un instrumento clave para la dominación del espacio Otro y para la apropiación y expansión imperialistas. Las relaciones que derivan de entender al Otro como mercancía son las que estarán sumamente presentes en ambos relatos. A modo de inicio, la novela Robinson Crusoe, de  Daniel Defoe, aborda precisamente dichas relaciones basándose en un eurocentrismo cimentado en la razón y en la lógica como proceso crítico y camino hacia el progreso. El concepto de homo economicus[2] desarrollado por Ian Watt se refiere a ello, al hombre que sopesa la realidad en base a sistemas monetarios en términos de ganancia y beneficio individual. Todas las acciones de Robinson en la isla son prácticas y utilitarias. De  este modo, su mirada está puesta exclusivamente en el valor de las cosas como mercancía (significantes) y no en lo que realmente son o significan (significado). Es así como este personaje contiene en sí y expresa fuera de sí el más puro individualismo capitalista. Esto condiciona obligadamente todos los aspectos de la vida de Robinson, en particular los que se refieren a sus relaciones con el entorno. Según expresa Terry Eagleton en “Daniel Defoe y Jonathan Swift”:

El yo no viene determinado por las relaciones que mantiene con los demás. Antes bien, sus transacciones con otros yoes son siempre externas a él, y revisten un carácter puramente instrumental. Los otros son, en esencia, herramientas que empleamos para lograr nuestros propósitos”. (…)“Todas las relaciones son contractuales”(…) La única realidad permanente es el aislamiento en que se encuentra el yo.[3]

Es aquí donde se puede pensar que la relación que establecerá Robinson con Viernes será de la misma naturaleza contractual (expuesta por Locke y Rousseau) debido a la desvalorización de los factores no económicos, es decir, secundarios. El vínculo establecido entre individuos es percibido en tanto y en cuanto pérdida o ganancia. En estos términos, el individuo capitalista no demuestra cariño ni afecto hacia el otro, sino egocentrismo, patronazgo, dominación, y utilitarismo. Dichos conceptos se detallarán más adelante en este ensayo con la aparición de Viernes y su relación con el lenguaje. Continuar leyendo «Dos orillas: la alteridad en Defoe, Darwin y Stapledon»

Ciudadano Cine

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