de Malena Duchovny[1] y Jesica Lenga[2]
El día 31 de mayo asistimos a la inauguración de la muestra “El monstruo de Frankenstein” en la sala Leopoldo Marechal de la Biblioteca Nacional, realizada en conmemoración del bicentenario de la publicación de la novela de Mary Shelley.
Los asistentes fuimos recibidos por unas cálidas palabras de la coordinadora de la muestra, Jorgelina Nuñez, a las que se sumaron los discursos del Dr. Mangel, entonces director de la biblioteca, y el del ministro de cultura de la nación Pablo Avelluto, que contó con algunas afirmaciones, a nuestro parecer desacertadas, y que dejaron en evidencia su postura ideológica en relación a la cultura. En su discurso, el ministro se refirió a la novela como una “caja de herramientas”, dando cuenta de una visión instrumentalista del arte, muy en sintonía con las políticas desarrolladas en su gestión. También en la muestra observamos este mismo tipo de acercamiento a la obra. En efecto, el mismo título de la exposición evidencia que la mirada está puesta en el célebre personaje de la cultura popular más que en la obra literaria o en la misma autora.
La muestra se divide en varios sectores, cada uno de ellos dedicado a abordar un aspecto de la novela.
En el primer sector, “Noche de fantasmas”, se recrea la villa Diodati, donde tuvo lugar el mítico encuentro de los genios románticos: Mary Shelley y su marido, el poeta Percy Shelley, Claire Clairmont, Lord Byron y el postergado John William Polidori. De este modo, se alude al génesis de la obra como así también al vínculo de la autora con el Romanticismo. Nuevamente, observamos que la muestra incurre en el mismo equívoco, el de relegar a la autora a una posición subsidiaria, en este caso con respecto a otras figuras literarias.
A continuación, pasamos al sector “El monstruo de Frankenstein”, que procura trabajar de una forma un tanto paternalista para con el público, la relación entre la novela y la ciencia. Allí, simplemente nos encontramos con un “muy simpático” laboratorio dentro del cual el monstruo está tendido en una camilla, cubierto por una sábana, en pleno paroxismo de resurrección. Sin embargo, no hay ningún tipo de profundización acerca de los debates que “Frankenstein” plantea con respecto a los límites éticos de los experimentos científicos.
En las secciones “Laboratorio de ideas” y “Cadáver exquisito”, se exhiben ejemplares de las fuentes literarias y científicas de las que se nutre la obra de Mary Shelley, pero, además, la muestra propone que la novela misma es un “monstruo” armado de retazos de otros textos literarios, que también están expuestos en ese sector.
En “Un ícono de la cultura popular” se intenta, a partir de diversas estrategias, desarmar la identificación de la criatura con el monstruo temible y vil en el que lo convirtió la cultura de masas y especialmente, la industria del cine. Allí nos topamos con una pequeña sala en las que se proyectan fragmentos de distintas interpretaciones cinematográficas de la novela, desde aquellos intentos de ser fieles al texto, hasta algunos que toman al personaje como un héroe de historietas. Para deconstruir la imagen prototípica del monstruo, se presenta una serie de caricaturas provenientes de diferentes orígenes, que muestran versiones de la criatura más que curiosas.
En la misma sección, también vimos un stand dedicado a las representaciones del monstruo en la literatura infanto- juvenil, que toma al personaje como una mera excusa para instruir a su público en valores morales. El problema de esta sección es que carece de un criterio de calidad en la selección de textos, y termina incluyendo algunas adaptaciones “dudosas” que simplifican la novela hasta hacerla irreconocible.
Finalmente, ingresamos al sector “Critica de la razón patriarcal” donde se exhiben antiguas ediciones de A vindication of the Rights of Women de Mary Wollstonecraft y de Enquiry Concerning Political Justice, de William Godwin, los cuales son tomados como decisivas influencias en el pensamiento feminista de Mary Shelley. Valoramos aquí la buena intención de conectar la novela con la problemática de género, que está siendo discutida públicamente en todos los ámbitos, pero la muestra, otra vez, se queda en la superficie.
Una atracción agregada dentro del salón es “Dermis” que es definida como “una obra interactiva de bio-arte”. Este nuevo tipo de manifestación artística se caracteriza por el uso de la biotecnología como medio, y, por lo tanto, es muy acertado relacionarlo con la novela de Mary Shelley. No obstante, la instalación “Dermis” no constituye, en rigor, una obra de bio-arte, ya que trabaja con fotografías de diferentes marcas de la piel, tomadas por los propios espectadores, y no con la piel en sí. Por otra parte, una de las asistentes se preguntaba porqué concentrarse exclusivamente en las “marcas” (como cicatrices, lunares, tatuajes), en lugar de fotografiar fragmentos de piel al azar.
Los asistentes recordaban en voz alta su primera lectura de la novela, en general realizada en contextos escolares, muchos nos dijeron haber vuelto posteriormente a la obra para profundizar su lectura. Una de las organizadoras destacó la vigencia de “Frankenstein”, una obra que representa las luchas de las minorías contra la sociedad y el status quo, que constituye una crítica a las instituciones.
En síntesis: “El monstruo de Frankenstein” es un acercamiento exitoso a la obra, ya que, como toda buena crítica, ilumina al texto de una forma particular y reaviva el interés por el mismo, aunque, la amplitud de los aspectos de la novela abordados impide que se indague acabadamente alguno de estos enfoques.
“Leamos a Mary Shelley y seamos felices”, fueron las palabras que cerraron el discurso inaugural de la muestra. Nos plegamos a la primera parte de esta consigna, pero cuestionamos que cumplir con la segunda clausula, brindar “felicidad” a los lectores, haya sido uno de los propósitos de “Frankenstein”.
[1] Estudiante avanzada de la Carrera de Letras y Adscripta a la Cátedra de Literatura Inglesa (Facultad de Filosofía y Letras- Universidad de Buenos Aires); contacto: malenaduchovny@gmail.com
[2] Graduada de la Carrera de Letras y Adscripta a la Cátedra de Literatura Inglesa (Facultad de Filosofía y Letras- Universidad de Buenos Aires); contacto: jesicalenga@gmail.com