Reconfiguración y subversión de las dinámicas familiares en Kynodontas (Lanthimos) y Jardín de cemento (McEwan)
por María Jimena Balado[1]
Roland Barthes ensaya una definición de “autarquía” en sus cursos y seminarios en el Collège de France entre 1976 y 1977, y señala que es una “estructura de sujetos, pequeña ‘colonia’, sin otra necesidad que la vida interna de sus constituyentes”(Barthes, 2005:83). La pregunta es, ¿cómo se constituye y se sostiene esta “pequeña colonia”? A priori, arriesgaremos que la respuesta se relaciona con determinadas condiciones extremas, por lo menos en cuanto atañe a las obras de Ian McEwan (El jardín de cemento) y Yorgos Lanthimos (Kynodontas), que serán el núcleo del presente trabajo.
Por un lado, la novela de McEwan retrata las vivencias de cuatro hermanos, entre niños y adolescentes, durante un verano en el cual quedan huérfanos y librados a su suerte y a su deseo, en una casa aislada del resto del mundo en una ex zona fabril ahora deshabitada. Por otro lado, la película de Lanthimos retrata a una familia tipo -padre, madre y tres hermanos- que vive aislada en su hogar en las afueras de una ciudad bajo la premisa, establecida por el padre en un momento fundacional que no es mostrado, de que los peores peligros acechan fuera de los paredones que rodean el hogar.
Hasta aquí podemos recabar varios motivos de análisis que iremos desarrollando oportunamente:
A) La casa como refugio del mundo exterior que se presenta como peligroso.
B) El aislamiento y su puesta en crisis por elementos externos.
C) Las dinámicas intrafamiliares que escapan a lo “tradicional”.
C.1) El patriarcado hostil.
C.2) La puesta en cuestión de los cuerpos de los hijos.
C.3) El incesto.
Veremos cómo se desarrollan y entrelazan estas cuestiones en ambas obras y cómo construyen estas familias, en particular los hijos, una cotidianidad fundada en el horror pero perfectamente funcional y autárquica.
A) Nuestra casa en el medio de la calle:
Our house, it has a crowd
There’s always something happening
And it’s usually quite loud
Our mum she’s so house-proud
Nothing ever slows her down and a mess is not allowed
El espacio en el cual se desarrollan ambas historias es de vital importancia, en sus semejanzas y en sus diferencias, más aún al tratarse de espacios cerrados al resto del mundo, funcionan como únicos (o principales) escenarios de la acción. Toda referencia o muestra de otros espacios ajenos a las familias sirven para recalcar la importancia del hogar. Las casas, de este modo, se compartimentan y se expanden: importa el contraste entre la habitación o la cocina y el jardín, el piso superior y la planta baja y el sótano, los recintos privados y los espacios comunes; cobran importancia los objetos, los recovecos y los muebles que junto con los personajes constituyen el pequeño universo del hogar. La casa, o mejor dicho el hogar, cobra vida. No existe nada más en el mundo que esos espacios; aunque haya referencias a lo exterior, éstas se ignoran o son irrelevantes a las experiencias de los personajes en ambas obras.
Jack, el narrador protagonista de Jardín de cemento describe: “Nuestra casa había estado antaño en una calle llena de viviendas. Ahora se alzaba en un descampado donde las ortigas crecían entre pedazos de chapa ondulada. Habían derribado las demás casas a causa de una autopista que nunca se había construido. […] Nuestra casa era antigua y grande. Estaba construida de manera que se pareciese un poco a un castillo, con paredes gruesas, ventanas bajas y almenas encima de la puerta principal” (McEwan, 2008:31-32). Podemos visualizar la casa de esta familia como un despojo resultado de la desidia estatal de obras de ingeniería inconclusas: la familia queda con el correr de los años aislada del resto del resto del mundo. El telón de fondo es posapocalíptico: los jóvenes de la zona fisgonean las casas derruidas en busca de objetos que les llamen la atención, de alguna pared prefabricada para patear o golpear hasta que caiga para matar el aburrimiento de un verano que no parece tener fin. El poco verde que podía tener el jardín de la familia de Jack es cubierto por el alisado de cemento que encargó su padre antes de morir. No tienen mascotas: la única vida de la que se tiene registro es la de los miembros de la familia. Todos son paisajes y escenarios desoladores, devastados por un sol estival abrasador, lo cual aumenta la sensación de soledad y aislamiento: pareciera que durante ese verano, y sobre todo luego de la muerte de ambos padres, que el tiempo deja de transcurrir. Las casas del vecindario, además, son un memento mori para el propio hogar. Jack lo descubre un día vagando por una habitación antaño incinerada: “Los que habían dormido en aquel colchón, pensé, sin duda creían encontrarse en el dormitorio. Habían dado por sentado que siempre sería así. Pensé en mi dormitorio, en el de Julie, en el de mi madre, en todas las habitaciones que un día se vendrían abajo” (McEwan, 2008:55). Las ruinas del mundo que rodea a estos hermanos eventualmente alcanzarán también su propia casa, destruyéndola. Continuar leyendo «Reconfiguración y subversión de las dinámicas familiares»