Lo humano en cuestión: devoración, soberanía y abyección en Drácula y Alicia en el País de las Maravillas

Agostina Fernández[1]

El problema de la definición de lo humano adquiere particular relevancia durante el siglo XIX, en función de la “herida narcisista” (Cragnolini, 2014:26) que asesta C. Darwin, colocando, con su teoría de la evolución, al hombre frente a frente con su animalidad. Distintas ciencias y proto-ciencias se instituyen sobre esta fisura: la criminología, la anatomía comparada, la psicología, entre otras, se afianzan con el fin de relocalizar la diferencia entre el hombre y el animal en el interior del viviente humano, “in the process of identifying and excluding deviant and degenerate individuals” (Botting, 1996:136). Volver a trazar la línea entre razón y pasiones, entre humanidad y animalidad, volver a separarse de ese resto indeseable en el hombre implicará, pues, estudiar, categorizar y excluir, intentos a los que no resulta ajena la producción literaria contemporánea. En este sentido, desde el lúdico nonsense al revival gótico finisecular, textualidades tan disímiles como Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll (2013 [1865]) y Dracula de Bram Stoker (2000 [1897]) desafían estos intentos racionalistas de localización de la frontera entre humano y animal a través de una puesta en escena de identidades liminales, mixtas, desplazadas. En este trabajo se analizará, pues, el modo en que los personajes de Alicia y Renfield ponen en jaque el mecanismo de producción de lo humano al pervertir el gesto soberano de devoración.  

“Satire on Charles Darwin’s theory of evolution”, de El Museo Popular, publicado en Madrid, 1887

Pensar lo humano como artificio constituye un punto de partida en Lo abierto de Giorgio Agamben, quien define lo humano como “el lugar de una decisión incesantemente actualizada” (2006:76). En este sentido, Agamben formula el concepto de “máquina antropológica” para dar cuenta del proceso por el cual el hombre debe reconocerse y separarse de un no-hombre para definirse a sí mismo (íd.:75). Esta expulsión de la animalidad tensiona, consecuentemente, una relación de poder, de inclusión y exclusión simultáneas, que reenvía a la definición humanista del hombre, expuesta por Mónica Cragnolini en términos de “sujeto representativo, autónomo y propietario, que ‘objetiva’ al mundo” (2014:18), con lo que en la definición de lo humano se juegan los lugares de sujeto y objeto, actualizando la oposición yo-Otro, hombre-animal. No obstante, la relación es siempre asimétrica: un sujeto humano se instituye como tal en función de su posibilidad de dominar, excluir, aniquilar o devorar al animal, al Otro devenido cosa. De este modo, la soberanía del hombre entre lo viviente, que cada gesto de objetivación actualiza, se desprende tanto del dominio material ejercido como de la posibilidad de establecer categorías claras y distintas.

Con todo, son las fisuras en este accionar del yo mayestático lo que se textualiza en las distintas transgresiones decimonónicas, operando simultáneamente sobre la noción de hombre y los intentos positivistas de establecerla rígidamente. La inversión de jerarquías y la aparición de híbridos y monstruos desafían la posibilidad misma de formular categorías, poniendo en evidencia la labilidad y fragilidad constitutiva de lo humano. Más aún, encarnando humanidades difusas, las identidades que se analizan a continuación pervierten lo humano sin abandonarlo, prueban su flexibilidad, instituyéndose como abyectas. “No yo. No eso. Pero tampoco nada” (Kristeva, 1998:9), lo abyecto en Renfield y Alicia desafía la posibilidad misma de trazar un límite, denunciando la arbitrariedad de todo intento de definición de lo humano, en función de una puesta en jaque del gesto de soberanía que constituye su núcleo: la devoración del animal.

My pet lunatic

La novela gótica de Bram Stoker, Dracula (2000), se abre a estas tensiones desde diversas aristas, oponiendo a los protagonistas un Otro extremo en la figura del vampiro. Mas un personaje en particular, de apariciones intersticiales, habilita el acceso al núcleo del problema de lo humano: el paciente Renfield, cuya función intradiegética, como aquel que permite al Conde invadir el último refugio del nosotros, lo posiciona en el umbral. En este papel de frontera, a la vez límite y puente entre el hombre y la alteridad, Renfield se encuentra tensionado en su propio interior por las categorías de sujeto y objeto, hombre y bestia.

Un maníaco dedicado a capturar, domesticar y alimentar animales, Renfield monta una cadena trófica a la cabeza de la cual se encuentra él mismo, como devorador de todos los demás, así asegurando su dominio. Este trato de sus “pets” (Stoker, 58) constituye el modo central de la subjetivación de Renfield, en cuanto

He has managed to get a sparrow, and has already partially tamed it. His means of taming is simple, for already the spiders have diminished. Those that do remain, however, are well fed, for he still brings in the flies by tempting them with his food. (Stoker, 59)

Es la domesticación, ese “acto paradigmático de lo masculino (…) por medio del cual el hombre se hace a sí mismo” (Haraway, 2003:50), lo que permite trazar un primer paralelismo entre el zoófago y la definición moderna del hombre. A este ejercicio humanista de dominio material se agrega, inmediatamente, un modo cientificista de subjetivación, dada por la operación de un “saber como poder” que decanta al viviente en número[2]. En un gesto paródico del racionalismo victoriano, Renfield ocupa el lugar del científico estudiando al animal, puesto que “he keeps a little note-book in which he is always jotting down something. Whole pages of it are filled with masses of figures” (Stoker, 59). Doble proceso, en consecuencia, de constitución de lo humano en Renfield, que articula dos modos perfectamente coherentes de captura del animal.

Sin embargo, esta fórmula binaria y jerárquica es inmediatamente desestabilizada, dado que la objetivación del animal no es homogénea: Renfield no es, en definitiva, un carnívoro, sino “a zoophagus (life-eating) maniac, what he desires is to absorb as many lives as he can” (Stoker, 60). La consideración de la criatura como “vida” acarrea una disolución de las jerarquías del mundo natural, una igualación de todo lo viviente que hace caer, en consecuencia, el propio lugar del hombre. Oficiando de narrador, Seward se cuestionará “at how many lives he values a man” (61), pregunta que encuentra su respuesta en la última aparición de Renfield, en que el bestiario que el Conde le había ofrecido se describe como “all lives! All red blood, with years of life in it” (p.232). Se produce, entonces, un cortocircuito entre la institución del hombre como ser soberano que objetiva a los animales y esta disolución de las diferencias entre ambos.

Punch Magazine, Am I a Man and a Brother? 18 de mayo de 1861.

En este marco, la vacilación en las descripciones del propio Renfield adquiere particular relevancia: por momentos calmo, por momentos frenético, se crea para él la categoría de zoófago dada su peculiaridad (Stoker, 60), pero se busca diagnosticar a su vez manía religiosa (íd., 84), persistiendo la incomodidad de un resto no localizable. “The case of Renfield grows ever more interesting” (íd., 90), “zoophagus patient still keeps up our interest in him” (íd., 96), “I am puzzled afresh about Renfield” (íd., 223) son algunas de las fórmulas con que se abren los pasajes del diario del Dr. Seward dedicados a este personaje, señalando una y otra vez la fascinación creciente y el intento, siempre fallido, de conocerlo, clasificarlo, neutralizarlo. Es en función de esa falla, de ese resto, que se abre la abyección en Renfield, en tanto, embarcado en el proyecto monstruoso de extender la propia vida más allá de los límites de la naturaleza[3], pone en juego un gesto paradigmático de lo humano que se codifica, a su vez, como bestial, encrucijada en que se juega la definición misma del personaje y del Hombre.

La animalización de Renfield se textualiza, en primer lugar, en función de su cuerpo, cuya fuerza lo hace “more like a wild beastthan a man” (Stoker, 86). Pero es el disgusto que produce su ingesta, el hecho de que “he has eaten his birds, and that he just took and ate them raw!’” (íd., 68), lo que perturba la identidad de Renfield. Más aún, este gesto abyecto se pone abiertamente en tensión con una nueva manifestación de humanidad: “Here was my pet lunatic talking elemental philosophy, and with the manner of a polished gentleman […]. It was hard to imagine that I had seen him eat up his spiders and flies not five minutes ago” (íd., 194). La tensión entre lo humano y lo animal atraviesa a Renfield en su propio seno, posicionándose, en cada episodio, en un lugar diferente, y lo que comenzara como un acto de dominio humano sobre la naturaleza se transforma en gesto bestial. Disuelto ya entre categorías, Renfield se torna monstruoso al extremar la dejerarquización de criaturas y atacar a Seward, combinando la animalización de “he was lying on his belly on the floor licking up like a dog the blood which had fallen from my wounded wrist (íd., 118) con el gesto blasfemo de citar los Evangelios, “simply repeating over and over again: ‘the blood is the life! The blood is the life!’” (ibíd.), que lo acerca como nunca a Drácula.

No obstante, Renfield se distingue del vampiro, en función, precisamente, de su hibridez. Mientras el Conde, extranjero, invasor y criatura sobrenatural, se constituye como un Otro absoluto, Renfield se mantiene “muy cerca, pero inasimilable” (Kristeva, 1998:7), escapando continuamente a la mecánica por la cual el hombre traza límites y compone categorías, esto es, el artificio por el cual se define a sí mismo. La diferencia entre Drácula y Renfield está dada por la posibilidad de conocer y clasificar, siempre que “it was the doubt as to the reality of the whole thing that knocked me over […]. But, now that I know, I am not afraid, even of the Count” (Stoker, 156, énfasis en el original), y es en función de ese saber que el vampiro puede ser exorcizado. Por contrapartida, es la inestabilidad constitutiva de Renfield, su elevación a hombre por medio de un gesto animalizado, su oscilación, lo que lo constituye como una amenaza a la posibilidad misma de identificar y excluir su degeneración, de diferenciarlo o asimilarlo definitivamente a lo humano, de expulsar, pues, su radical abyección.

La niña-serpiente

Es también en función de una oscilación en la identidad del personaje que puede pensarse la abyección en Alicia en el país de las maravillas (2013) y sus implicancias para el artificio de producción de lo humano, aunque los medios que hacen a esta disolución difieran. Arrojada a un mundo extraño, Alicia se enfrenta a un esquema de alteridades en continuo movimiento, encontrando en cada episodio una nueva lógica y un nuevo yo, que se contrapone no sólo a la propia de la superficie, sino también a la inmediatamente anterior. En este marco, el problema de la devoración permite trazar un hilo de continuidad en la desestabilización de lógicas que propone la nouvelle, en función del cual comprender en qué sentido la oscilación de la identidad de Alicia como alteridad la convierte en abyecta.

Desde el primer diálogo que Alicia mantiene con un animal se pone en evidencia la pertinencia del concepto de devoración para pensar las tensiones entre sujeto y objeto en la obra. Frente al Ratón en el Charco de Lágrimas, Alicia no se cuestiona si habla, sino en qué idioma lo hace, primer signo de una subjetivación que alcanzará su forma completa en el comportamiento del animal:

Oú est ma chatte? – esta era la primera frase de su libro de francés.

El Ratón dio un salto inesperado fuera del agua y empezó a temblar de pies a cabeza.

– ¡Oh, le ruego que me perdone! – gritó Alicia rápidamente, temiendo haber herido los sentimientos del pobre animal. (Carroll, 38)

La posibilidad de expresar su sufrimiento es el signo de la subjetivación del Ratón, en tanto delimita al yo frente a la amenaza que se lo opone, y puede, en función de esto, rechazarla. Se trata de una secuencia que perseguirá a Alicia a lo largo de la obra, conformando uno de los pocos aprendizajes que persisten hasta el final.  En este sentido, Alicia debe contenerse, en el diálogo con el Grifo y la Falsa Tortuga, de expresar que cuanto conoce de langostas proviene de la mesa, “por las dudas de que alguien se sintiera ofendido” (Carroll, 119); y más adelante, hablando de la pescadilla, “se contuvo a tiempo y guardó silencio” (íd., 122): ya no debe siquiera mencionarse el motivo, la lección fue incorporada. En la materialidad del lenguaje carrolliano, la sola mención del animal como comida materializa la amenaza de devoración, con lo que la protagonista arriesga su expulsión de este mundo habitado por animales humanizados.

Es en función de la subjetivación del animal que se puede pensar la inversión de las jerarquías en el País de las Maravillas, que relocaliza los lugares de sujeto y objeto. En tanto amenaza, Alicia se identifica con el Otro, pero, una vez más, no hay linealidad: siempre que el sujeto se desplaza en cada episodio, también su opuesto se hará inestable. Esto se debe a que, paralelamente a lo que sucediera en Dracula, tampoco aquí la subjetivación es homogénea, como puede verse en el ejemplo cabal de la Falsa Tortuga. Descripta como un ingrediente al tiempo que se subjetiva en el uso de mayúscula del nombre propio, el animal es sujeto y comida a la vez: “¿Nunca has comido sopa de tortuga? – preguntó la Reina -. Pues hay otra sopa que parece de tortuga, pero no es de auténtica tortuga. La Falsa Tortuga sirve para hacer esta sopa” (Carroll, 111). La simultánea objetivación y subjetivación de la Falsa Tortuga vuelven a textualizarse en el cierre de su aparición, en que canta un lamento al hecho de ser transformada en sopa, hecho que remite a la expresión del sufrimiento del Ratón como modo de humanización. Los animales en el País de las Maravillas se constituyen, en consecuencia, como sujetos que lamentan su objetivación, y, sin embargo, la asumen.

Es a esta heterogeneidad que responde la inestabilidad identitaria de Alicia. Frente a animales a la vez subjetivados y objetivados, su alteridad se tensiona entre la condición de amenaza a expulsar y la soberanía que detenta en su poder de devoración. Este posicionamiento como alteridad amenazante se manifiesta ejemplarmente en el encuentro con la Paloma. A partir de una transformación del cuerpo, suceso que vehiculiza, las más de las veces, los cuestionamientos de la protagonista sobre su identidad, Alicia descubre que “su cuello se doblaba con mucha facilidad en cualquier dirección, como una serpiente” (Carroll, 69), hecho que la Paloma confirma inmediatamente en el gesto acusatorio: “¡Serpiente! ¡Serpiente!” (íd.). No obstante, este episodio agrega una nueva dimensión al desplazamiento de Alicia de sujeto a otra cosa, siempre que lo que la convierte en serpiente no es, del todo, su cuello, sino su poder de devoración:

– Las niñitas también comen huevos, igual que las serpientes, ¿sabe?

– No lo creo – dijo la Paloma – pero si es verdad que comen huevos, entonces no son más que una variedad de serpientes, y eso es todo. (Carroll, 70-71)

Desde el posicionamiento de la Paloma como yo, invadida por esta niña-serpiente, la devoración es prerrogativa de la alteridad, y es en tanto tal señal clara para su consecuente expulsión, esquema que los encuentros antes analizados reproducían veladamente. Sea gato, hombre o serpiente, la identidad de Alicia es su carácter antagónico, con lo que se disuelve en un espacio vacío a ser llenado por el yo de cada episodio. Es en función de estas metamorfosis que puede leerse la categoría de abyección en Alicia, siempre que su única continuidad es su ser expulsada, tomando cada vez la forma de una amenaza a un sujeto débilmente erigido como tal.  En este sentido, como aquello que “solicita y pulveriza simultáneamente al sujeto” (Kristeva, 1998:12), la abyección de Alicia responde, una vez más, a todos los intentos fallidos de reconocimiento: en su condición de Afuera radical, la irrupción de Alicia habilita el cuestionamiento sobre el propio lugar de sujeto soberano de cada uno de los personajes con los que se topa, y, más aún, sobre la posibilidad misma de erigir un límite claro entre ellos.

Conclusión

Grandville, «Le roi des pingouins

El riesgo permanente de expulsión de que es objeto Alicia se cierra como correlato de los intentos fallidos de inclusión o delimitación de Renfield, confluyendo ambos personajes en una existencia liminal en función de su poder de devoración. Entre animales humanizados y hombres animalizados, tanto Alicia como Renfield se abren en un pliego entre identidades, atravesados por un campo de tensiones y continuamente relocalizados. Quebrados “en el linde de la inexistencia y de la alucinación, de una realidad que, si la reconozco, me aniquila” (Kristeva, 1998:9), materializan en su inestabilidad constitutiva un desafío al límite, a las categorías, al núcleo mismo de lo humano, al poner en evidencia el íntimo contacto entre humanidad y animalidad en el gesto de devoración. Desde el nonsense carrolliano o la transgresión gótica, estas identidades abyectas exponen las limitaciones del racionalismo y el humanismo para operar sus sistemas de clasificación y exclusión, mas, sobre todo, denuncian la arbitrariedad de lo humano, al revelar que el gesto que define su soberanía sobre el resto de lo viviente es, también, el que define a la alteridad.

Fuentes

Carroll, L. Alicia en el País de las Maravillas. Buenos Aires: Salim, 2013.

Stoker, B. Dracula. Hertfordshire: Wordsworth Editions, 2000.

Bibliografía

Agamben, G. Lo abierto. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora, 2006.

Berger, J. “Por qué mirar a los animales?” en El Jarocho Verde, n° 13/14 (03 2001): I-X.

Botting, F. Gothic. London: Routledge, 1996.

Cragnolini, M. “Extraños animales: la presencia de la cuestión animal en el pensamiento contemporáneo”. Revista Latinoamericana de Estudios Críticos Animales, 2014: 14-33.

Haraway, D. “Relatos de evolución” en Manifiesto de las especies de compañía, 47-59. Buenos Aires: Sans Soleil, 2003.

Jackson, R. Fantasy: literatura y subversión. Buenos Aires: Catálogos, 1986.

Kristeva, J. “Sobre la abyección” en Poderes de la perversión. Ensayo sobre Louis-Ferdinand Céline. 7-45. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, 1998.

Imágenes

1. Imagen de stock “Satire on Charles Darwin’s theory of evolution”, de El Museo Popular, publicado en Madrid, 1887 https://www.alamy.es/foto-la-satira-sobre-la-teoria-de-charles-darwin-de-la-evolucion-51154517.html

2. Punch Magazine, Am I a Man and a Brother? 18 de mayo de 1861. https://books.google.co.uk/books?id=mqIwAAAAYAAJ&dq=editions%3Ao0ZG0cjtFIAC&pg=PR1#v=onepage&q&f=false

3. Grandville, J. “Le roi des pingouins” en Scènes de la vie privée et publique des animaux (1840-42). https://books.google.com.ar/books?id=GNcgiY-eRQgC&pg=PA306&lpg=PA306&dq=Grandville+-+Le+roi+des+pingouins&source=bl&ots=-ZeCMm4ZFm&sig=ACfU3U2iWrdcOisSkvpPILmwRuGAM1U1VA&hl=es&sa=X&ved=2ahUKEwjClKrl-9DvAhVKH7kGHVPDBEE4ChDoATAAegQIARAD#v=onepage&q&f=false


[1] Agostina Fernández es alumna avanzada de la Carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y lo que leemos a continuación es el trabajo que ha presentado en su exposición del final de la materia Literatura Inglesa en el 2021. Contacto: afernandezou@gmail.com

[2] En este sentido argumenta J. Berger en “¿Por qué mirar a los animales?” que “cada elemento que añadimos a nuestro conocimiento de los animales es un indicador de nuestro poder sobre ellos” (2001: VII).

[3] Se trata del signo central de la monstruosidad del propio Drácula, en tanto “disuelve la frontera vida/muerte (…). Está más allá de la vida orgánica” (Jackson, 1986:120)

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El discurso animal: multiplicidad y dislocación de las fronteras humano-animal en Carroll y Barnes

por Antonella Formisano[1]

En el Génesis, Dios les dice al hombre y a la mujer: “llenen la tierra y sométanla, dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los vivientes que se mueven sobre la tierra”.[i] En la Edad Media se elabora una nueva forma de nombramiento adámico: el bestiario medieval; desde animales rurales hasta fantásticos, cada uno será imagen de un saber celestial. En el siglo XVII, Descartes es el inicio de un proyecto en vías de hacer al hombre dueño y poseedor de la naturaleza. Estos  sucesos muestran a un mismo hombre en busca del dominio de su entorno,  a través del sometimiento y el nombramiento del Otro, del animal. En “El polizón” de Julian Barnes y en Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, el animal intervine como figura parlante que revela un conocimiento antes silenciado: el conocimiento animal. Desde distintas perspectivas, las voces  animales se hilan en un contradiscurso, ajeno a la lógica binaria y antropocentrista, para relevar que toda ambición de un conocimiento fehaciente es inalcanzable. Las diversas percepciones sobre el mundo confirman la relatividad del saber humano y su condición como producto del lenguaje.

22612794-_sx540_En ambos textos figura el animal como motor de la trama. En el caso de “El polizón”, es la carcoma el narrador de la historia, a diferencia de Alicia en el país de las maravillas, en el cual aparece el hombre como narrador omnisciente que describe una polifonía de voces híbridas, monstruosas y animales. Estos últimos deben pensarse como figuras híbridas, ya que al poseer un lenguaje y, con ello, una capacidad discursiva, se instalan en un proceso de humanización que borra las fronteras humano-animal. Este acercamiento se establece por dos razones. Por un lado, el autor necesita otorgarle una voz articulada al animal para develar su conocimiento; y por otro lado, dicho roce de límites implica desafiar una diferencia radical, ya establecida desde la filosofía clásica, entre el hombre y el animal: el lenguaje. Sin embargo, según Giorgio Agamben, “este no es un dato natural innato en la estructura psicofísica del hombre, sino una producción histórica que, como tal, no puede ser propiamente asignada al animal ni al hombre”.[ii] La hibridez de la carcoma o de los animales de Wonderland desde el punto de vista narrativo es un cuestionamiento al lenguaje como rasgo distintivo y superior del hombre, además de un borrado de límites entre sujeto y alteridad. Continuar leyendo «El discurso animal: multiplicidad y dislocación de las fronteras humano-animal en Carroll y Barnes»

Constelaciones oníricas. El sueño como elemento revelador del carácter ominoso de la era victoriana.

En el marco de la cursada 2016 de la materia Literatura Inglesa (FFyL, UBA), cuyo programa se intitula «Sueños y visiones: aproximaciones a la imaginación onírica en la literatura inglesa», los estudiantes han confeccionado trabajos escritos para cumplir con la instancia de segundo parcial domiciliario, deseamos compartir con ustedes algunos de ellos.

El sueño como elemento revelador del carácter ominoso de la era victoriana.

por Octavia Ailén Godoy Armando

pitr-alice-in-wonderland-42-cards-flyingEn  Los sueños (1900), Sigmund Freud sostiene que “todo sueño, sin excepción alguna, está ligado a una impresión de los últimos días […]” (1900, 12). Estas impresiones, que el autor denomina residuo diurno, son ideas sobrantes (tagesreste) del trabajo mental despierto que han sido reprimidas y que encuentran una forma de manifestarse a través del sueño, es el “[…] material que escapa a la conciencia hasta que le da noticias de sí por medio del contenido del sueño.” (1900, 28). Entonces, así como el sueño se alimenta de nuestras experiencias diurnas, la vida diurna se beneficia del sueño, que funciona como una forma de manifestación de las prohibidas ideas latentes (Freud, 1900).

Tomaremos este concepto de sueño y, además, la definición de ominoso que propone Freud: “lo ominoso es aquella variedad de lo terrorífico que se remonta a lo consabido de antiguo, a lo familiar, desde hace largo tiempo.” (1919, 220) para planteare como hipótesis que en Alicia en el país de las maravillas (en adelante,  AM) y en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (En adelante, AE) el sueño funciona como una vía para problematizar la visión monolítica que tenía del mundo la era victoriana al revelar el carácter ominoso de ésta.

Con el reinado de Victoria I (1837 – 1901) se marca la cúspide de la revolución industrial en Inglaterra. La industrialización de Londres produjo vaciamiento de la zona rural y hacinamiento de la población que buscaba trabajo en las grandes fábricas ubicadas en zonas urbanas. Este proceso refleja un individualismo ligado a la cierta libertad política y religiosa con la que se contaba en la época: la libertad individual está ligada a las posibilidades de progreso económico y ese esfuerzo individual está apoyado por la postura religiosa del anglicanismo. Además de la consolidación de una burguesía enriquecida (herencia del siglo XVIII) que forma parte de un conjunto de la población relativamente culto, se produce también una revolución social que permitió la alfabetización de un grueso de la sociedad que ahora podía leer y acceder a la literatura. Se produce una mayor circulación de la literatura que, atravesada por la visión utilitarista de la época, ahora debía tener una utilidad para la sociedad, por lo cual se impone la función didáctica de la literatura y se plantea al escritor como el encargado de educar, a través del deleite (Guy, 1998, 314), a estas nuevas masas proletarias y a la clase media para que sean funcionales a la forma de producción fabril.  Bajo los ideales de progreso, utilitarismo y linealidad surgen estos nuevos lectores, que “[…]tended to judge a novel or a painting primarily in terms of its representational qualities – that is, in terms of its verisimilitude or its ability to embody ‘real life’.” (Guy, 1998, 314). Es en este contexto en el que surge la obra de Carroll que, así como él se aísla en Oxford, parece apartarse de estas categorías. Continuar leyendo «Constelaciones oníricas. El sueño como elemento revelador del carácter ominoso de la era victoriana.»

Constelaciones oníricas. El sueño y los modos de significación alternativos en Lewis Carroll

En el marco de la cursada 2016 de la materia Literatura Inglesa (FFyL, UBA), cuyo programa se intitula «Sueños y visiones: aproximaciones a la imaginación onírica en la literatura inglesa», los estudiantes han confeccionado trabajos escritos para cumplir con la instancia de segundo parcial domiciliario, deseamos compartir con ustedes algunos de ellos.

El sueño y los modos de significación alternativos en Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí.

por Malena Duchovny

Man’s little Day in haste we spend,
And, from its merry noontide, send
No glance to meet the silent end.
Sylvie and Bruno, Lewis Carroll

El siglo xɪx fue un período de tremenda innovación tecnológica y desarrollo científico que cambió la manera en que la sociedad victoriana concebía el conocimiento, en tanto “the intellectual paradigms established by science themselves became institutionalised, defining what was to count as authoritative knowledge, rather than simply as scientific knowledge” (Guy, 1998: 202). Este nuevo conjunto de reglas – abocadas a distinguir y separar el bien del mal, la verdad científica de la superstición, el sentido común del sinsentido– dependía de la transparencia y capacidad de comunicación del código utilizado para transmitirlo: el lenguaje. Sin embargo, la ‘modalidad simbólica’ con la que opera el sentido común no está tan lejos de la ‘modalidad semiótica’ del sinsentido como pareciera estarlo a primera vista: la simbólica [1] usa “figuras de significación […] siempre sujetas a la presencia inalterable del sentido” (1981: 254), mientras que la semiótica, que predomina en el lenguaje poético, “se trata de una modalidad desde luego heterogénea respecto del sentido, pero siempre vinculada a él o en relación de negación o de exceso con él” (Kristeva, 1981: 260). La vigilia y el sueño están del mismo modo relacionados en la teoría que postula Bergson quien dice que “el mecanismo del sueño es el mismo, en general que el de la percepción normal” (Bergson, 2015: 35), ya que “nuestros sentidos […] siguen en funcionamiento […] con menos precisión, pero en compensación abrazan una multitud de impresiones subjetivas, que se vuelven imperceptibles cuando estamos despiertos”. Podemos ensayar una comparación entre la modalidad simbólica y la vigilia por un lado, y la modalidad semiótica y el sueño por el otro, en tanto no son opuestos sino zonas contiguas, compuestas por los mismos elementos en distintas intensidades. En sus escritos, el autor victoriano Lewis Carroll ilustra la continuidad entre sueño y vigilia, sinsentido y sentido común. Para explorar esta hipótesis de lectura, este trabajo analizará Alice’s Adventures in Wonderland (de ahora en más, AW) y Through the Looking-Glass, and What Alice Found There (de ahora en más, AL)

dream-alice-in-wonderland-drink-me-favim-com-655617En estas novelas, los momentos donde la modalidad semiótica resalta más son aquellos en que Alicia queda perpleja frente a las reglas (de sentido y de comportamiento) que rigen en Wonderland y Looking-Glass. En AW, ser calificada de serpiente por una paloma la deja sin palabras: “This was such a new idea to Alice, that she was silent for a minute or two” (Carroll, 1981: 38). El mismo sentimiento aparece en una conversación con la Reina Blanca en AL: “«It’s jam every other day: to-day isn’t any other day, you know». «I don’t understand you,» said Alice. «It’s dreadfully confusing!»” (Carroll, 1981: 155). Y sin embargo, nos remitimos a nuestras propias palabras: son reglas. Por más que sean reglas nuevas y difíciles de comprender, especialmente para una niña que tiene tan presente su educación escolar victoriana, son reglas al fin: “Alice felt dreadfully puzzled. The Hatter’s remark seemed to her to have no sort of meaning in it, and yet it was certainly English” (Carroll, 1981: 52, el énfasis es nuestro) Continuar leyendo «Constelaciones oníricas. El sueño y los modos de significación alternativos en Lewis Carroll»

Sobre palas y afiladuras

Sobre palas y afiladuras (The Hunting of the Snark, 273)
Prof. Lic. Ezequiel Ferriol[1]

 

SnarkTitle1La tripulación ha llegado a destino. Aunque un poco desilusionada por el paisaje, brindó por el fin del viaje y escuchó el motivador discurso de su capitán. Luego el Pastelero reveló una in­formación un tanto siniestra (de la cual sería víctima en el futuro), y el Pregonero se vio obligado a alentar nuevamente a su tripulación. Tras lo cual, llega el momento de poner manos a la obra: buscar al Snark con dedales, buscarlo con cuidado, perseguirlo con tenedores y esperanza, amena­zar su vida con una acción ferroviaria, seducirlo con sonrisas y jabón. Es entonces cuando leemos lo siguiente[2]:

The Boots and the Broker were sharpening a spade—
Each working the grindstone in turn

En su edición anotada definitiva, Martin Gardner apunta ad locum la pregunta que muchos lectores del Snark se habrán hecho alguna vez: “Why in the world were they sharpening a spade?” Ciertamente, la aparición de una pala en este contexto es completamente inesperada; tanto, que es una de las pocas cosas de la obra de Carroll sobre la cual Gardner no arroja ninguna luz. Uno hubiera esperado hallar al Limpiabotas y al Tasador afilando algún instrumento cortante, como una espada, un cuchillo o un hacha. Sin ir más lejos, es precisamente esto último lo que hace el Carnicero en una de las ilustraciones de Henry Holiday para el primer canto de la obra, sumiendo al Castor en sus aprensiones paranoides[3]. Continuar leyendo «Sobre palas y afiladuras»

Wonderland: cuando el sueño deviene pesadilla.

Wonderland: cuando el sueño deviene pesadilla.
por Julia Fernández Lain[1]

aliceEn Alice’s Adventures in Wonderland, a partir del ingreso en el mundo otro, se evidencia la irrupción de una lógica distinta que invierte o se opone a la del mundo cotidiano. Esta lógica extraña atenta contra la integridad tanto física como psíquica de Alicia: Wonderland, en este sentido, se construye como un espacio de la amenaza.

En Wonderland, mundo extraño e impredecible, se pone de manifiesto una combinación entre la lógica onírica y la lúdica. A través del sueño, Alicia ingresa en ese mundo otro en donde se presentan diferentes elementos que van a romper con lo real-cotidiano: además de la humanización de animales y objetos, se muestran cambios de escenario sin transición, personajes que desaparecen (el Gato de Cheshire) o que incluso cambian de forma (el bebé-cerdo de la Duquesa). Si bien en un principio Alicia no parece extrañada por la aparición de la lógica otra, ya que la considera parte del juego, de la aventura, a medida que avanza el relato comienzan a surgir situaciones que pueden caracterizarse como amenazas a su integridad.

La amenaza contra la integridad física se manifiesta sobre todo a través de las constantes alusiones a la muerte que aparecen durante el viaje por Wonderland. En primer lugar, el ingreso mismo al mundo otro se produce a través de un túnel, un descenso hacia lo subterráneo. Desde un plano simbólico, estos elementos pueden vincularse directamente con la caída, lo enterrado y, por ende, la muerte. En segundo lugar, uno de los ejemplos más claros en relación a estas alusiones es la amenaza insistente de la reina de corazones (“Off with her head!”). Las amenazas y “condenas” dan lugar a situaciones que, desde la lógica real-cotidiana, se tornan siniestras: cuando la reina sentencia a muerte al Gato de Cheshire, comienza una discusión acerca de si es posible o no decapitar una cabeza sin cuerpo: “The executioner’s argument was that you couldn’t cut off a head unless there was a body to cut it off from. […] The king’s argument was that anything that had a head could be beheaded” (Carroll, 1993: 108). De la misma manera, la muerte se encuentra presente en la modificación de los poemas aprendidos por Alicia en el mundo real: “How doth the little crocodile […] / how cheerfully he seems to grin, / how neatly spread his claws, / And welcome little fishes in / with gently smiling jaws” (Carroll, 1993: 47). La lógica de Wonderland, en este caso, trastoca el sentido real transformándolo en algo siniestro.

escher2Por otro lado, es interesante pensar las alusiones a la muerte en relación a la versión cinematográfica de Alice’s Adventures in Wonderland del director Jan Svankmajer. En esta película lo muerto tiene un lugar central sobre todo a partir del trabajo con lo abyecto. Según Julia Kristeva (1998), lo abyecto es aquello que está en el límite entre el ser y el no ser,  aquello que marca una frontera lábil entre lo humano y lo fuera de lo humano y, por ende, manifiesta un carácter híbrido, de mixtura. Lo abyecto, por lo tanto, amenaza al sujeto con transformar las fronteras definidas del yo en algo indecible. Este carácter híbrido, esta indefinición entre el ser y el no ser se materializa según Kristeva en la imagen del cadáver. En la película de Svankmajer, precisamente, la figura del cadáver está presente en forma constante: los animales del cuento, como el conejo o Bill la lagartija, son animales embalsamados o esqueletos. El conejo, incluso, pierde permanentemente el aserrín que rellena su cuerpo y realiza una y otra vez el gesto de volvérselo a comer. Ese contacto con lo muerto amenaza con disolver la identidad del yo, lo conecta con aquello de lo que se quiere distanciar: la indefinición, el no-yo, lo indecible, la muerte.

El concepto de lo abyecto también se manifiesta en el relato mismo, sobre todo a partir de las transformaciones físicas que sufre Alicia. Lo abyecto se vincula con aquellas partes del cuerpo que permiten el ingreso o egreso de fluidos, ya que posibilitan una frontera lábil entre el interior y el exterior. Dicha transmisión implica cambios en ese cuerpo, una metamorfosis que pone de manifiesto la fragilidad física del sujeto y, nuevamente, amenaza su integridad. En diferentes momentos del viaje por Wonderland, por ejemplo, Alicia ingiere líquidos o alimentos que modifican su tamaño. Crecer o achicarse desmedidamente producen angustia en Alicia y son un ejemplo de una intervención del mundo otro que no sólo amenaza la integridad física del sujeto sino también la psíquica. Estas amenazas psíquicas van a estar vinculadas con la pregunta recurrente que se le hace a Alicia por su identidad. En el diálogo que mantiene con la oruga, ésta le pregunta  “Who are you?” y Alicia, habiendo pasado por diferentes transformaciones del cuerpo, responde: “I hardly know, sir, just at present – at least I knew who I was when I got up this morning, but I think I must have been changed several times since then” (Carroll, 1993: 69). La conversación con la oruga gira en torno al desconocimiento de sí mismo, a no poder explicarse o definirse debido a la intervención del mundo otro en el propio cuerpo.

Por otro lado, la indeterminación en relación a la identidad está estrechamente vinculada a las diferentes alteraciones del lenguaje. A través del lenguaje, el individuo es capaz no sólo de nombrar y reconocer el mundo sino también de autodefinirse. De esta manera, las diferentes alteraciones del lenguaje y el sentido que se producen en Wonderland van a constituirse, a su vez, como una  amenaza contra la identidad. En primer lugar, la lógica de Wonderland invierte el sentido lógico y cotidiano de los poemas con moraleja que Alicia aprende en la escuela (la sustitución, por ejemplo, de “abeja” por “cocodrilo” y el resultado siniestro). En segundo lugar, a lo largo del relato se producen malentendidos a partir de juegos fónicos entre palabras homófonas: “‘Mine is a long and sad tale!’ said the mouse […] ‘It’s a long tail, certainly’, said Alice […], ‘but why do you call it sad?’” (Carroll, 1993: 56. Resaltado nuestro). Por último, las alteraciones en el lenguaje también tienen que ver con una literalización de los sentidos: la frase “to be mad as a hatter”, por ejemplo, se materializa en un personaje concreto.

Por otro lado, en relación a esta inversión de la lógica real-cotidiana, Gilles Deleuze plantea que en Wonderland opera la lógica de la paradoja: “la paradoja es la inversión simultánea del buen sentido y del sentido común: por una parte, aparece como los dos sentidos a la vez del devenir-loco, imprevisible; por otra, como el sinsentido de la identidad perdida, irreconocible.” (Deleuze, 2005: 95). La inversión del buen sentido y el sentido común tiene como resultado la pérdida de reconocimiento por parte de Alicia ya que, por un lado, no puede establecer un sentido único y unidireccional (no hay un “buen sentido”) y, por otro, no puede identificarse a sí misma en tanto sujeto que percibe (no hay un “sentido común”). La lógica de la paradoja, según Deleuze, se va a manifestar en dos aspectos: por un lado en el devenir-loco, es decir, la inversión del buen sentido (los malentendidos entre palabras homófonas, por ejemplo) y por otro, el nombre perdido, la inversión del sentido común (la incapacidad de Alicia de identificarse ante las preguntas de la oruga –who are you?– y la paloma –what are you?-). La lógica de la paradoja y sus inversiones, por lo tanto, van a implicar una pérdida de la identidad, un desconocimiento de sí misma por parte de Alicia.

Por último, el hecho de entender a Wonderland como mundo de la amenaza también puede verse relacionado con la necesidad de ponerle fin al juego o al sueño. A lo largo del relato, se percibe un intento constante de Alicia por traer el mundo real a Wonderland: menciona a su gata Dinah, o intenta recitar poemas aprendidos en la escuela para afirmarse en su conocimiento (aunque este resulte invertido) e incluso, al dudar de su identidad, se compara con compañeras de clase para definirse por oposición. Hay una necesidad de traer lo conocido, el mundo nombrable y clasificable, para no perderse uno mismo en ese mundo otro, en ese espacio de la amenaza. De hecho, es la propia lógica real-cotidiana la que le permite despertar a Alicia. Hacia el final del relato, ella es capaz de oponer su propia lógica cuando las cartas-soldados se dirigen a apresarla. De esta manera, las cartas vuelven a ser cartas y Alicia despierta, poniéndole fin al sueño y también alejándose del mundo otro que devino amenaza. Por lo tanto, puede pensarse que Wonderland se construye como un espacio que mantiene una tensión constante o, a partir del concepto de Deleuze, una doble dirección permanente: por un lado, es el espacio de lo onírico, el juego y la aventura (el espacio a través del cual una niña se escapa de la realidad aburrida y rígida del período Victoriano) pero, al mismo tiempo, se construye como espacio de la amenaza donde lo cotidiano se vuelve extraño, el sujeto pierde la identidad, el sueño deviene pesadilla y el juego se torna siniestro.

 

Bibliografía.

CARROLL, Lewis. (1993). Alice’s Adventures in Wonderland. Londres: Wordsworth.

DELEUZE, Gilles. (2005). Lógica del sentido. Buenos Aires: Paidós.

KRISTEVA, Julia. (1998). “Sobre la abyección”, en Poderes de la perversión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno, pp. 7-149.

[1] Juliia Fernández Lain es alumna avanzada de la Carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. El texto que aquí se presenta corresponde al plan desarrollado en el curso de su examen final de la materia Literatura Inglesa (2013).

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