Desde el margen hacia el margen: lenguaje y erotismo en la construcción de géneros en Oroonoko, de Aphra Behn
por Soledad Caballero, Dolores López Arreseigor, Cecilia Marcatili y María Luz Toucedo*
Aphra Behn es una de las primeras escritoras profesionales de la literatura inglesa de la segunda mitad del siglo XVII, período repleto de cambios y conflictos sociales, políticos y religiosos, en los cuales las mujeres tuvieron escaso o mínimo poder de influencia. La valoración que recibe la autora radica en que, en ese contexto, ella se rebela al escribir, denunciar y publicar. La autora escribe Oroonoko, o el príncipe esclavo, en la que la narradora, quien se encuentra en Surinam circunstancialmente, relata la historia de Oroonoko, un Príncipe africano que es vendido como esclavo en América, donde se reencuentra con su amada esposa. “Durante años una cuestión central en la discusión de Oroonoko; or, The Royal Slave. A True Story de Aphra Behn ha sido si es real o falsa, basada en datos objetivos o inventada. Mientras que muchos ahora creen que lo central de la historia es auténtico, basado en la estadía real de Behn en Surinam, otros cuestionan la necesidad de establecer la veracidad de la obra” (Dickinson, 2007: 573; nuestra traducción). Al tratarse de una obra presentada como biográfica y escrita en primera persona, no disociaremos la narradora de Aphra Behn. Es en esta línea que estudiaremos su trabajo, por lo que nos referiremos indistintamente a las figuras de autora y narradora.
Su escritura expone el entramado de los conflictos sociales, políticos, económicos, culturales y de género. En Oroonoko, Aphra Behn visibiliza estas tensiones en clave erótica: la narradora, un personaje que pertenece al margen en términos de género y poder social, solo puede construir al protagonista como objeto de deseo ya que él también, por su condición de esclavo, pertenece al margen. Al colocar a Oroonoko como objeto de su escritura, Aphra Behn enaltece la posición de esclavo como protagonista y héroe de su novela, pero al mismo tiempo reproduce las ideologías colonialistas según las cuales el esclavo no es considerado un ser humano sino una propiedad, y subyuga de este modo al héroe que enaltece. En el presente trabajo exploraremos la forma en la cual la autora construye a Oroonoko como objeto de deseo a través del análisis del estatuto de la narración femenina, la construcción oximorónica de Oroonoko como Príncipe y esclavo, y, finalmente, el lenguaje en su despliegue tanto desestabilizador como reproductor de ideologías.
La narración femenina se rebela
Ser una escritora en el siglo XVII inglés implica ser definida como una “rebelde tonta, absolutamente impúdica y sin remordimientos como Aphra Behn” (Gilbert y Gubar, 2000: 63; nuestra traducción). En una sociedad que condena a la mujer que se apropia del lenguaje y produce textos “como loca”, la escritora se rebela contra los cánones impuestos sobre su género: escribe y publica. No obstante, no puede dejar de reproducir los esquemas imperialistas y patriarcales, y se disculpa por ser ella quien narra la historia de Oroonoko, cuya “mala suerte fue nacer en un mundo oscuro, donde sólo una pluma femenina podía permitirse ensalzar su fama” (Behn, 2008: 157). Al excusarse y referirse a su escritura femenina, la autora justifica su incapacidad de actuar frente a las injusticias del imperialismo. Este poder relativo es el que habilita su rebelión y el que, a la vez, asegurará la reproducción de la ideología imperialista a lo largo de la novela (Ortiz, 2002).
Además de disculparse por ser una mujer que escribe, la autora altera tanto su condición femenina por una más masculina como su posición social conforme a la sociedad patriarcal y elitista de Inglaterra en el siglo XVII. Señalan Gilbert y Gubar: “La suplantación por una identidad masculina, ya sea literal o figurativa, parece traer aparejada una gran compulsión hacia la “protesta femenina”(…) Como la mayoría de las mujeres de la Literatura deberían haber recordado, después de todo, es Lady Macbeth- una de las heroínas más moralmente ofensivas de las obras de Shakespeare- quien solicita a los dioses que la “despojen de su sexo” en su ambición” (2000: 66; nuestra traducción). Es mediante el objeto de su escritura que Aphra Behn sufre un proceso de masculinización por el que se sustraería del margen al que la sociedad inglesa la condena. Al mismo tiempo, la autora modifica su condición social originaria. De acuerdo con Rogers: “No había pruebas documentales de que alguien llamado Amis or Johnson (los posibles apellidos de soltera de Aphra) había sido enviado como Teniente General a Surinam ni que el Gobernador, Lord Willoughby de Parham, había tenido alguna intención de reemplazar al titular William Byam” (1988: 1; nuestra traducción). Según esta crítica, es posible que el padre de Aphra Behn haya sido nombrado para una posición menor pero la autora exageró el nombramiento en concordancia al género heroico de la novela. “Sólo en Oroonoko, sin embargo, la narradora cuenta con una posición social definida en el mundo de la historia”. (Rogers, 1988: 11) De esta manera, Aphra Behn no sólo disfraza su sexo sino también su posición social, autorizándose así a escribir. En el territorio anfibio que inauguran las palabras iniciales de Oroonoko, quien escribe afirma escribir sobre Historia (Behn, 2008: 117), disciplina que es solo estudiada y escrita por y para hombres con un alto nivel académico y social. La escritora/narradora alega que el relato de Oroonoko se corresponde con hechos reales (117). Lo fáctico emerge en contraposición a la ficción. El texto reclama ese espacio para sí, lo cual constituye un movimiento rebelde pero que pretende insertarse en un sistema de producción y circulación de textos, de naturaleza patriarcal, no subvertirlo.
Sin embargo, a pesar de que la narradora refuerza en varias ocasiones la idea de que se está escribiendo un hecho que realmente ocurrió, y del que ella misma fue “testigo” ocular (117), en más de una oportunidad elige términos referidos a la ficción. En primer lugar, es la ficción la que habilita una lectura poética de su afirmación como “eye-witness”: esta expresión, debido a su realización fonética, puede entenderse tanto como “testigo ocular” o “yo presencio”. Asimismo, se despliega un campo semántico en virtud de palabras como “entretener”, “relato”, “escenario” (117), necesarias para su narración, que están íntimamente relacionadas con un mundo ficticio. En esta línea, es la misma narradora la que en una sola oración elige crear una colisión entre palabras completamente opuestas: “lo que encontraréis aquí expuesto (…), lo escuché de boca del protagonista de esta historia, el propio héroe” (117). El término “actor” está vinculado con “story” en tanto relato, pero ella hace de ese actor -que también conlleva el valor ficcional del héroe a la vez que es para los escritores de historia un objeto de interés marginal- el objeto central de su narración.
De esta manera, la autora se autodefine como sujeto creativo y no como objeto inspirador o musa, roles que, la tradición artística ha dictado, son, exclusivamente masculino femenino, respectivamente. Así pues, partiendo de su condición femenina de “objeto” en la sociedad patriarcal, Aphra Behn se subjetiva como escritora de la historia de otro “objeto”, léase la de un esclavo africano llamado Oroonoko. Él es “cosificado” por medio de la esclavitud a la que es sometido en el mundo europeo y, a su vez, vuelve a ser “objeto” de relato al ser descripto como héroe. Resulta paradójico que un intento de subjetivar al esclavo tal como llamarlo “César” no hace más que ubicarlo en las coordenadas de valoración europeas, dada la impronta imperial de ese vocativo. Tal paradoja es el procedimiento que da cuenta de un movimiento desde el margen hacia el margen: Oroonoko es ahora príncipe de una pluma femenina que también se halla en conflicto con su identidad como mujer en una sociedad en la cual el dominio de la escritura lo ejercen los hombres blancos. “Inalterablemente femenina en una cultura donde la creatividad es definida puramente en términos masculinos, casi todas las mujeres escritoras deben haber experimentado las clases de conflictos de género a los que Aphra Behn se refirió cuando dijo: “mi parte masculina, el poeta que hay en mí”” (Gilbert y Gubar, 2000: 66; nuestra traducción). Como producto de escritura marginal sobre un sujeto marginal, al que torna objeto de su escritura, Oroonoko visibiliza estos movimientos contradictorios.
El príncipe esclavo
La contradicción que define al protagonista como un príncipe que a su vez es esclavo está íntimamente relacionada con el proceso de “erotización” al que la narradora somete a Oroonoko. Esta relación genera una alteración en la percepción de la condición social de este esclavo africano por una de héroe o príncipe europeo, en parte materializada en el nuevo nombre que le dan sus “amos”: “De aquí en adelante debo llamar César a Oroonoko, puesto que por ese nombre fue conocido en nuestro mundo occidental y con ese nombre se le recibió en la costa, en Parhan House, donde fue destinado como esclavo” (Behn, 2008: 157). Al perder su condición de hombre libre en el mundo occidental, se reafirma la construcción oximorónica de Oroonoko como príncipe (o emperador) y a su vez de esclavo, ya que pierde el referente de su identidad africana, e ingresa triunfante al mundo occidental, emulando al poderoso emperador romano, pero en el marco de la mercantilización de seres humanos de la cual es ahora víctima.
Esta construcción oximorónica que observa en Oroonoko, según el ojo imperialista, un esclavo distinto se logra a partir de su caracterización en términos físicos. Al comenzar la narración, la autora lo describe de la siguiente manera:
Su rostro no era de ese color oscuro, marrón oxidado, como el que tienen la mayoría de los de su raza, sino que era de ébano fino o de azabache pulido. Sus ojos eran los más tremendos que podrían verse, y muy penetrantes; el blanco de ellos era como la nieve, como sus dientes. Su nariz era respingona y romana en lugar de africana y chata. Su boca, la mejor formada que pueda existir, nada tenía que ver con la de los que tienen esos grandes labios vueltos, que son tan normales en los demás negros. La proporción y el aire de todo su rostro estaban tan perfecta y noblemente modelados que, omitiendo su color, no podría haber nada en la naturaleza más bello, agraciado y bien parecido. No existía ninguna de las cualidades que conforman el auténtico canon de la belleza que le faltara. El pelo le llegaba hasta los hombros, gracias a su habilidad para alisarlo con una pluma y mantenerlo peinado. A esto prestaba una atención especial (124- 125).
Según la narradora, los rasgos que lo distinguen de sus congéneres son caracteres típicamente atribuidos a los europeos. Su cara, en particular su nariz y labios, son descriptos como hermosos porque son diferentes a la de sus compatriotas ya que se asemejan a la de un hombre blanco. Mediante esta descripción, Oroonoko abandona su posición marginal como esclavo, aunque tal afirmación es relativa puesto que su reposicionamiento tiene lugar a la luz de los paradigmas europeos a los que lo somete la pluma de la escritora.
En el marco de estos desplazamientos paradójicos, la construcción de Oroonoko despliega una dimensión heroica que supera la simple descripción física según los cánones europeos y se extiende a su personalidad y habilidades. La narradora nos relata:
Tenía un espíritu fuerte e indomable que no podía amansarse con la molicie. Aunque se intentó todo para tenerlo ocupado en las actividades y juegos que se realizaban en el lugar: correr, luchar, lanzar bastones, cazar y pescar, perseguir y matar tigres de tamaño monstruoso, que este continente ofrece en abundancia, y exóticas serpientes como las que Alexander ha informado que ha encontrado en el río Amazonas. Sin embargo, estas extraordinarias actividades no eran suficientes para su gran espíritu que, después de terminar, anhelaba más acción (164-165)
Al enaltecerlo, Aphra Behn lo coloca como modelo a admirar, a pesar de su condición de esclavo. Según Rogers, Oronooko no es construido como un simple jefe sino que como un rey natural, la encarnación de lo ideal debido a su honestidad y nobleza (1988: 9). Dicha construcción refleja el intento de Aphra Behn de removerlo de su posición marginal de esclavo e igualarlo a cualquier héroe tradicional de la literatura occidental. Como consecuencia de esta desmarginalización, Aphra Behn como mujer se ve también desmarginalizada. “Ella es presentada como una mujer inteligente de clase alta quien se ve fascinada por las culturas exóticas con las que se encuentra, lo suficientemente sensible como para apreciar a Oroonoko, capaz de relacionarse con él y ganar su confianza…” (Rogers, 1988: 11; nuestra traducción). Mientras que Oroonoko, como protagonista de la novela, recibe el tratamiento que realmente merece dadas sus extraordinarias características ignoradas por la sociedad colonial, Aphra Behn se posiciona como un elemento fundamental para el relato de esta historia ya que ella es la única que logra apreciar las virtudes a Oroonoko. Así, tanto Aphra Behn como Oroonoko son retirados del margen para ocupar el centro. Este desplazamiento es relativo, porque el esclavo ha sido moldeado en príncipe según un criterio predominantemente europeo y la escritora ha sufrido un proceso de masculinización para constituirse como tal, por la cual se produce un nuevo movimiento hacia el margen.
El lenguaje: factor desestabilizador y reproductor de ideologías
El lenguaje de la narración presenta una doble naturaleza. Por un lado, se ofrece como una posibilidad que permite correr(se) del margen al denunciar las atrocidades del imperio. Por otro, al mismo tiempo, el lenguaje no permite socavar las relaciones entre centro y margen completamente, ya que a través de él, la autora continúa reproduciendo las ideologías opresoras europeas.
Por medio del lenguaje, Aphra Behn denuncia los males de la esclavitud pero no este sistema. De hecho, ella subyuga a los esclavos a través de la voz y las acciones de Oroonoko:
César, tras separar las mujeres y los niños. los arengó sobre las miserias y las ignominias de la esclavitud, relatándoles todas las fatigas y las miserias, todas las cargas y trabajos penosos que tuvo que soportar, que eran más propias de las bestias que de las personas. Sufrían (…) como perros que amaban el látigo y la campana, y que aprecian más a los amos cuanto más los golpean (Behn, 2008: 178).
La narradora dedica extensas y apasionadas oraciones a darle “voz” a los pensamientos de los esclavos, para que denuncien sus condiciones de vida. Sin embargo, no dejan de ser pensamientos, puesto que el único que sí se expresa por medio de la palabra es Oroonoko, el “César”, el que no es “tan oscuro”; aquel que posee rasgos europeos y es el “príncipe”. El precio que debe pagar el protagonista para desasirse del margen de su contexto es trasladarse a los márgenes del texto de Behn.
Es de esta manera que la narradora redobla la apuesta: Oroonoko pertenece al margen por ser esclavo, pero, al mismo tiempo, no es igual al resto, y se convierte en el líder, el príncipe, que justamente por pertenecer a ese margen dentro del margen es que tiene la capacidad de expresarse por medio de la palabra. Así lo demuestra su arenga frente a sus congéneres esclavizados:
-¿Por qué -preguntó-, mis queridos amigos y compañeros de sufrimiento, debemos ser nosotros esclavos de gente desconocida? ¿Nos han vencido en una lucha noble? ¿Nos han ganado en una honorable batalla? ¿Acaso hemos llegado a ser sus esclavos como fruto de una guerra? Si así fuera, esto no irritaría al corazón noble, ni estimularía el espíritu de un soldado. Pero no, somos comprados y vendidos como abejas o monos, para ser diversión de las mujeres, de los tontos, de los cobardes, el apoyo de los granujas y renegados que han tenido que abandonar sus países por asesinato, rapiña, robo y otras fechorías ¿No oís todos los días cómo se reprenden unos a otros con grandes infamias, peor que los salvajes más salvajes? ¿Y debemos rendir obediencia a una raza tan degenerada a la que no le queda ninguna virtud humana que la distinga de las criaturas más viles? Y yo me pregunto, ¿aguantaréis los azotes de unas manos así? (179).
El discurso de Oroonoko claramente denuncia el trato inhumano hacia los esclavos. Sin embargo, para este momento, la narración ha naturalizado que el propio protagonista también ha participado del comercio de esclavos.
Otra de los personajes desplazados a lo largo de márgenes es Imoinda, la amada del príncipe esclavo. Este movimiento se materializa en la constante descripción carnal que hace Aphra Behn de ella en la novela. Chibka afirma:
Imoinda ha sido asociada con el “lenguaje corporal” desde el principio: desde el “lenguaje poderoso” del contacto visual con Oroonoko, su baile ante el rey y el traspié que delata su preferencia por Oroonoko, hasta su final sometimiento al desmembrador cuchillo de Oroonoko, Imoinda es en gran medida limitada a su movimiento físico o a su inmovilidad. Hija, esposa, concubina, esclava, mártir, su estatuto como mujer al ser definido en relación a los hombres, la priva de una voz propia, o al menos (como en sus exhortaciones sobre el rey) deja su voz como insignificante (1988: 527; nuestra traducción).
Al ser esclava y, al mismo tiempo, mujer, Imoinda se ve relegada al mundo de lo físico ya que su voz no es escuchada en la novela. De esta manera la autora continúa reproduciendo la opresión patriarcal sobre la mujer. A su vez, la constituye en el medio mediante el cual consumar aquello que no logra por su condición de superioridad respecto de Oroonoko, según sus cánones europeos. Esto se deja entrever en el uso que la narradora hace de la palabra “mistress”, la cual la Oroonoko para referirse a esta última (Behn, 2008: 164). Con dicho término, la narradora enaltece su condición femenina en tanto “mistress” se entienda como femenino de “master” o “amo”. Ella, al resultar la “ama” de Oroonoko, se enviste de poder sobre un hombre. Esta relación se da solo porque Oroonoko pertenece al margen; de ninguna manera la narradora, por su condición de mujer en el siglo XVII, hubiera podido construirse como ama de un hombre blanco y libre. Sin embargo, esta definición de “mistress” no se puede aplicar a mujeres como Imoinda, quien al ser esclava, no puede ser “ama” de nadie. Por lo cual, en esta situación, la palabra “mistress” sólo puede significar “amante”, entendiéndose por ello “objeto sexual”, al que la propia narradora, en tanto ama incapaz de materializar sus deseos para con su esclavo, la condena por no poder ser ella misma “amante”.
Reflexiones finales
La marginalidad ha demostrado ser un espacio ambiguo para la construcción de subjetividades y poder en Oroonoko. A la vez que se presenta como locus de opresión por parte de un centro, es también la condición para pensar formas de socavar dicho centro, aunque eventualmente no logra sino reforzar su estatuto periférico. En esta línea, Aphra Behn, personaje marginal en tanto mujer del siglo XVII, al construir a Oroonoko como objeto de su escritura no hace más que objetivarlo. Esa objetivación tiene un correlato erótico que se ancla en su marginalidad: logra construir a Oroonoko como objeto de deseo ya que él también, por su condición de esclavo, pertenece al margen. Esgrime dicha construcción porque la escritora se corre del lugar de objeto marginal por su género y su posición social hacia un lugar central de sujeto narrador de la historia de Oroonoko, al que a su vez convierte en objeto a través de la esclavitud y la descripción del mismo en clave erótica.
El príncipe esclavo se embarca en un derrotero similar. A Oroonoko se le permite abandonar el lugar de objeto al de sujeto -e ingresar en el margen dentro del margen- a través de su descripción de príncipe y héroe, aunque este desplazamiento sólo es posible en tanto su heroicidad se tiñe de características “europeas”, materializada en el nuevo nombre que recibe en el mundo occidental, sus atributos físicos y las hazañas que es capaz de realizar. Es el lenguaje lo que posibilita esta dualidad. Por un lado, les permite correr(se) del margen pero, al mismo, tiempo reproduce las ideologías opresoras europeas: Oroonoko, el esclavo, es enaltecido en términos europeos y es por esto que es líder y tiene voz. Sin embargo, Oroonoko sólo es un príncipe poderoso dentro del margen, es decir, entre los otros esclavos. Su poder es limitado por el margen al que él mismo pertenece junto con los demás marginados y, por ende, no se extiende por fuera del mismo sobre los hombres europeos. De hecho, cuando intenta hacerlo, traiciona el carácter heroico con el que la pluma femenina lo ha dotado y encuentra su trágico destino.
Es el lenguaje el que da cuenta de estos movimientos desde el margen hacia el margen. Aphra Behn y su narradora, para lograr entronizarse como escritoras, deben masculinizar su escritura. Lejos de socavar los fundamentos que regulan el centro escriturario, parecieran reforzarlo. Si el género es el criterio que regula esta paradoja, la etnia es el parámetro sobre el que se articula el recorrido trágico de Oroonoko: si él puede hacerse oír es porque una narradora europea le ha dado voz a expensas de occidentalizarlo. Género y etnia son los que escriben, inscriben y reinscriben los desplazamientos desde el margen hacia el margen, ambos cifrados en ese fenómeno que es a la vez la posibilidad de instaurar estereotipos y sustraerse de ellos: el lenguaje.
Bibliografía
Behn, A. (2008). Oroonoko, o el príncipe esclavo. Traduccción de Jesús L. Serrano Reyes. Madrid: Siruela.
Chibka, R. (1988) “‘Oh! Do Not Fear a Woman’s Invention’: Truth, Falsehood, and Fiction in Aphra Behn’s Oroonoko”. En Texas Studies in Literature and Language, Vol. 30, No. 4. Texas: University of Texas Press.
Dickinson, V. G. (2007) “Truth, Wonder and Exemplarity in Aphra Behn’s Oroonoko”. En Studies in English Literature, 1500-1900, Vol 47, No 3. Texas: Rice University
Gilbert, S. and Gubar S. (2000) “Infection in the Sentence: The Woman Writer and the Anxiety of Authorship”. En The Mad Woman in the Attic. Yale: Yale University Press.
Ortiz, J. (2002) “Arms and the Woman: Narrative, Imperialism, and Virgilian ‘Memoria’ in Aphra Behn’s ‘Oroonoko’”. En Studies in the Novel, Vol. 34, No. 2. Texas: University of North Texas.
Rogers, K. (1988) “Fact and Fiction in Aphra Behn’s ‘Oroonoko’”. En Studies in the Novel, Vol. 20, No. 1. Texas: University of North Texas.
* Las estudiantes, que cursan el tercer año del Profesorado en Inglés “Dr. Joaquín V. González”, asisten a la materia Literatura Inglesa II, segunda instancia del área literaria de su formación.
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